De las numerosas veces en las que he visitado la hermana nación venezolana, la primera fue de ellas la que más me impresionó por multiples razones. Un encuentro que hacía 10 años me debía con alguien muy querido para mi, una escapada al centro de Caracas y una visita prolongada a mi padre al que no veía hacía tiempo.

Pero de ésta primera visita quiero rescatar una historia en particular que me provocó una profunda emoción.

Dentro de mi recorrido por la cuidad de Caracas, uno de los puntos que visité junto a mi padre fue el Panteón Nacional de Venezuela y mientras recorría impresionado su interior, me llamó la atencion uno de los cenotafios que allí se encuentran. La imagen de por sí es gráficamente brutal, la Libertad presentando respetos de rodillas a un ataud que está siendo abierto por un águila.  En la placa conmemorativa rezaba la lleyenda

Venezuela llora por el dolor de no haber podido hallar los restos del General Miranda, que han quedado perdidos en la huesa común de la prisión en que espiró éste gran mártir de la libertad americana. La república los guardaría con todo el honor que les es debido en este sitio que les ha sido destinado por decreto del presidente de ella, Genearl Joaquín Crespo. Fechado el 22 de Enero de 1895”.

El aroma a héroe olvidado siempre fue un gran motivador para mí, por lo que comencé a investigar y a interiorizarme sobre la figura de Francisco de Miranda.

La historia formal y oficial se encarga de contarnos muchos hechos sobre don Francisco, como que nació en Caracas un 28 de Marzo de 1750 y murió a la edad de 66 años un 14 de julio de 1815 en la prisión de las cuatro Torres del Arsenal de la Carraca, en Cádiz, España.  Que se llamaba Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez Espinosa y que fue cómo muchos hombres de la época, polifacético. Filósofo, político, escritor, humanista, militar y Diplomático Francisco fue un defensor de la libertad, y activamente se involucró en procesos independentistas, siendo protagonista destacado en la guerra de Independencia de los Estados Unidos donde se lo reconoce como “Héroe de la Revolución”, militó también con los girondinos en Francia, y también participó en la Revolución Francesa, pero dónde más ingerencia tuvo fue en las guerras de independencia hispanoamericanas.

Francisco de Miranda fue el autor del proyecto geopolítico conocido como Gran Colombia, y su pabellón, el tricolor Mirandino dio origen a las enseñas nacionales de Colombia, Ecuador y su amada Venezuela.

Pero de éstos detalles, de sus batallas y su vida de activista político y militar tanto para la corona española como para las fuerzas revolucionarias, cómo de las numerosas traiciones a las que se vió sujeto a lo largo de su carrera ya se encarga la historia de contarnos con lujo de detalle. Hablaremos hoy aquí, de esos detalles que se escabullen tras las bambalinas de la gran historia universal.

Miranda el Artífice y Constructor.

En nuestros viajes, uno de los detalles que pudimos encontrar fue una placa conmemorativa muy cerca del Museo Británico, en el 56 de Grafton Way, “Francisco de Miranda” Precursor of the Latin American Independence lived here” (Francisco de Miranda, precursor de la independencia latinoamericana vivió aquí).

La residencia que habitó desde 1802 hasta 1810 hoy es un museo dedicado a su vida y a la gesta de la emancipación latinoamericana. Ya que aquí, en ésta casa y en otra ubicada a unas dieciséis cuadras de distancia, en el 23 de Park Road dónde entre 1811 y 1812 viviera Don José de San Martín. Fue precisamente en la casa de Miranda dónde San Martín se entrevistó con Bernardo de O´Higgins y Andrés Bello, quién continuó morando en la casa de Graffton Str. Luego que don Francisco abandonara las islas británicas. Mientras que en su propia casa lo haría con Carlos María de Alvear.

Todos ellos, también comparten otro ámbito con don Francisco de Miranda, la Masonería, y más precisamente la Logia a la que todos pertenecían.  En 1798 Francisco de Miranda en Londres fundaría la Logia Gran Reunión Americana o Logia de los Caballeros Racionales, y en 1812 al llegar a Buenos Aires junto con Carlos María de Alvear, José María Zapiola y Bernardo O’Higgins, todos miembros de la Gran Reunión Americana, fundan una filial de dicha lógia llamada Logia Lautaro, a fin de coordinar acciones para el establecimiento de la Independencia de las colonias españolas de América.  El nombre, Lautaro fue inspirado por el mismo Francisco de Miranda a Bernardo O’Higgins en alguna de las tantas conversaciones que mantuvieron durante la estadía de ambos en Londres, como lo relata el mismo O’Higgins en sus propios escritos.

Miranda el Don Juan.

Pero tal vez la mayor fuente de inspiración para esas historias que se ocultan en los recovecos y tras las bambalinas de los grandes acontecimientos, se deban a la fama de Francisco de Miranda como consumado amante y mujeriego empedernido. Sus hazañas y proezas en alcobas tanto propias como ajenas le han valido de algunos historiadores y cronistas comparaciones con dos amigos de la casa, Giaccomo Casanova y Giuseppe Bálsamo, nuestro amigo y protagonista de alguna que otra historia en éste rinconcito, Alessandro Duca di Cagliostro.

La fuente de muchas de éstas conquistas y aventuras no es otra que las mismas memorias de Miranda que comenzara a escribir allá por 1771 y dónde reseña diversos relatos en un tono que no se verá nunca en los manuales escolares sobre sus aventuras por europa.

Plenamente documentado está su particular gusto por las casas de placer europeas y siempre en sus viajes había lugar para una que otra correría nocturna. De éstas excursiones a lupanares del viejo continente, el propio Miranda ha dejado registradas muchas de éstas experiencias en su Diario, a lo largo de su recorrido por Londres, Amsterdam, Gotenburgo, Viena, Varsovia, entre otras.

También muchos historiadores concuerdan y avalan otra de las pasiones mundanas de nuestro prócer caraqueño, “las mujeres casadas”, y existen documentos que relacionan a Miranda con al menos dos mujeres casadas con aristócratas europeos, Catalina Hall, en Suecia de quien da cuenta en su diario con detalladas descripciones, que no solo denontan una pasión erótica sino que dejan entreverar un real enamoramiento en Miranda, como se puede ver en éstos extractos de su diario

Al almorzar con la señora Hall que me da muchas inquietudes, y después de haber cultivado un poco el amor que comienza a formar­se, me retiré a casa a escribir” (t. VI, p. 87). Ya para ese momento ella le había insinuado que deseaba tener relaciones íntimas con él (t. VI, p. 88). La intensidad entre ambos seguía “a las tres y media en punto al rendez-vous de mi querida; justamente no había nadie y así comencé a chapar… se interrumpió el goce por el ruido a la puerta… luego volví a chapar… completamente… En los intervalos madame me tocaba y yo la tocaba a ella con recíproco gusto y escribí una hoja de mi Diario que ella misma estampaba con los nombres propios” (t. VI, p. 90).

Diario de Miranda

Entre ambos intercambiaron varias cartas e incluso en una misiva, Catalina le suplicó que le enviara cartas que pudiera mostrar a su marido.

Miranda también fue amante de Delphine de Custine, esposa de Astolfphe-Louis-Leonor marques de Custine, un Aristócrata francés al que conoció durante su militancia en la revolución francesa y con cuya esposa no tardó en entablar relaciones un tanto mas terrenales. Como dato, luego compartirían prisión juntos Miranda y el Marqués.

Finalmente de sus amores y amantes, existe una que si bien no hay pruebas determinantes, muchos cronistas coinciden que es más que plausible, se encuentra nada menos que una gran amiga de este espacio, la Zarina Catalina la Grande, a quién conoció en 1786 durante su derroteo por la Rusia Imperial. Si bien toda la correspondencia que mantuvieron es bastante prudente y ajena al estilo del Caraqueño, y la gran diferencia de edad entre ambos, 36 contaba Miranda cuando emprendió su viaje de 11 meses por el territorio ruso y 58 eran los veranos de Catalina, más ambos eran artistas en el arte de la seducción y bastante afecto a los amoríos efímeros. El único hecho que desentona aquí sería la predilección de Miranda por las mujeres jóvenes, pero, bien podría haber hecho una excepción tratándose de una de las mujeres más poderosas del mundo concido.

William Spence Robertson, un inglés muy cercano a ambos, escribe en su libro “La Vida de Miranda” 

Con su pertinente mirada la analizó completamente. La empreatriz que era de baja estatura y gruesa, quedó extrañamente prendada de aquel avasallante personaje y le ofreció graciosamente su mano para que la besara. Luego la zarina le invitó a su mesa y hablaron largamente sobre la América española y sobre la Inquisición” .

William Spence Robertson. «La vida de Miranda»

Como dijimos en su diario Miranda no hace ninguna referencia a su relación con la Emperatriz, pero si sabemos que fue nombrado oficial del ejército ruso por Catalina y que le financió su viaje y estancia en varios palacetes de su propiedad durante el viaje del Héroe de la Independencia por su imperio. Favores que Catalina realizaba muy a menudo a sus amantes.

Finalmente para culminar con éste recuento de las costumbres y aventuras menos relatadas de don Francisco de Miranda, existe un mito alrededor de su persona, mito en el que no acuerdan historiadores y cronistas sobre su veracidad, pero se comenta que, llevaba siempre consigo una pequeña caja de madera dónde guardaba “trofeos” de sus lances de alcoba con sus amantes. Se dice que Miranda tenía la manía de recolectar pequeñas muestras de vello púbico de sus amantes, que iban a parar a la cajita de madera. Se dice que éste pequeño cofre guardó fragmentos de la intimidad de grandes personajes de la historia, y atendiendo a lo contado hace un momento nomás, el vello de Catalina la Grande ha de haber reposado en dicha caja.

De la traición y entrega por parte de sus propios compatriotas al Realista y de cómo terminó sus días en una oscura y triste prisión en Cádiz, dónde aún no pueden recuperarse sus restos mortales hablaremos en otra ocasión. Esperamos que hayan disfrutado de éste pequeño paseo por los caminos laterales de la Historia de Francisco de Miranda y nos vemos en nuestra próxima entrega.